Película sobre la vida, el trabajo y el pensamiento de George Condo, un pintor chiflado con un sentido del humor travieso y una visión excéntrica, casi mística, del arte y del mundo que habita. Llamar a la película un documental puede ser un poco engañoso. Dirigido por el cineasta John McNaughton en estrecha colaboración con su tema,» Condo Pintando » intenta no solo grabar las teorías estéticas del artista sino también aplicarlas.

Lo que resulta es una excursión en formato libre, salpicada de efectos abstractos de experimentación audiovisual y sonora, a través de la sensibilidad de un hombre que a veces es esclarecedor, a veces divertido y a veces molesto. Como muchos artistas, el Sr. Condo ha construido un elaborado aparato intelectual para explicar lo que hace, y como la mayoría de los artistas, lo que hace es más interesante que sus explicaciones. Uno de sus conceptos centrales, tomado de la biblia mescalina de Aldous Huxley «El cielo y el infierno», implica el contacto con lo que Huxley llama las antípodas, las regiones distantes de la conciencia humana que constituyen una especie de mundo de sueño colectivo.

Las imágenes de Condo, una dialéctica entre el retrato clásico y Disneylandia, son inconfundibles. Pero su mayor deuda parece no ser con ningún otro artista visual, sino con los héroes literarios de la Generación Beat. El Sr. Condo parece ser una de esas almas peculiares que consideran a Ginsberg, Burroughs y Kerouac no solo como personajes coloridos o escritores interesantes sino también como pensadores importantes. Allen Ginsberg y William S. Burroughs aparecen en la película, juegan con él y lo siguen en sus aventuras. La parte más impactante de la película, su última media hora más o menos, observa al Sr. Condo trabajando en una pintura que concibe como un homenaje a Burroughs y Ginsberg, cada uno de los cuales murió a mitad de la realización de la película.