Sergio Larraín es uno de los fotógrafos más complejos que podemos conocer. Su figura está rodeada del misticismo de los que viven fuera de las convenciones sociales. La agencia Magnum apostó por él, pero les aguantó poco tiempo.

Poca gente entiende cómo se desvinculó de la fotografía y apostó por una vida alejada de la vanidad y el ego que había respirado mientras vivía en Europa con la cámara al hombro. Él venía de Chile y se encontró en medio de la vorágine del éxito y los compromisos que suponía pertenecer a la élite de la fotografía.

Y algo pasó en su interior que le llevó a esconderse y refugiarse para siempre en el norte de su tierra hasta que murió en 2012. Todo lo que le rodea es un misterio. Y muchos lamentan que un fotógrafo que estaba destinado al éxito dejara la cámara colgada.