“En el desierto del arte de la posguerra, él es el gigante imponente”, escribió Brian Sewell en Radio Times en 1984, reprendiendo a otros críticos de arte y al público por “ver solo violencia y fealdad” y tal vez perderse la “asombrosa maestría” en el cuerpo de obra de Francis Bacon. Y, en 1971, el propio Bacon dijo que prefería la palabra «inmediatez» sobre «violencia» para describir la «poderosa presencia de criaturas vivas» en sus pinturas, a menudo inquietantes.

Fue el artista británico más ruidoso, grosero y borracho del siglo XX. El atractivo de Bacon tiene sus raíces en su notoriedad: una imagen sincera que presentó de sí mismo como tipo problemático y lleno de violencia. Esto era bastante cierto, pero sólo una parte de la verdad. Cuidadosamente cultivó la fachada, protegiendo al hombre embrujado detrás del mito. En esta película única y convincente, quienes lo conocieron hablan libremente, algunos por primera vez, para revelar los muchos misterios de Francis Bacon y exponer los problemas que lo perseguían.

Bacon no fue a la escuela de arte. No tomó ninguno de los caminos que uno “supone” que debía tomar. Pero tuvo una vida oscura e histórica que convirtió en obras que ahora se subastan regularmente en 40-80 millones de dólares. El estilo de vida que llevó fue a menudo un lío complicado, alimentado por el alcohol, el sadismo, las relaciones fallidas, confusión y locura, lo que lo convierte en una historia fascinante y un arte obviamente increíble.

Entre las contribuciones de los historiadores del arte, escuchamos a Marianne Faithfull, Terence Stamp, los artistas Maggi Hambling y Damien Hirst, algunos del círculo íntimo de Bacon, que hablan abiertamente de él por primera vez.