El brutalista

Ficción protagonizada por Adrien Brody como László Tóth, un arquitecto judío nacido en Hungría que sobrevive al Holocausto y emigra a Estados Unidos, donde lucha por alcanzar el sueño americano hasta que un cliente rico, Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce), cambia su vida. En su carrera anterior a la guerra, fue un brillante estudiante de la Bauhaus en Alemania y arquitecto de edificios públicos modernistas en Budapest. Pero las esperanzas de Toth de construir una nueva vida en la llamada tierra de las oportunidades son ilusorias, amasar poder y forjarse un legado tiene su precio.

Si bien “The Brutalist” tiene una sensación de verosimilitud que lleva al público a pensar que podría ser una biopic, el personaje László no está basado en una persona real. Brady Corbet, el director del film, dijo que le interesaba más explorar la relación entre la psicología de posguerra y la arquitectura de posguerra. Pero aunque László no tiene un análogo exacto en la vida real, Corbet admitió haberse inspirado en el arquitecto Marcel Breuer para embarcarse en este proyecto.

Al igual que el László Tóth de Corbet, Breuer era un arquitecto judío húngaro que se formó en la Bauhaus en Alemania antes de emigrar a los Estados Unidos, donde se convirtió en un destacado defensor del estilo brutalista. Él y sus contemporáneos, incluidos Walter Gropius y Mies van der Rohe, emigraron en 1937 – antes de la Segunda Guerra Mundial, no después, como dice Corbet– y construyeron carreras muy exitosas, recibieron decanatos en importantes universidades y dieron forma al siguiente siglo de arquitectura moderna.

Pero a los expertos en el mundillo de la arquitectura no les gustó esta analogía, en un artículo publicado en The Washington Post, el crítico de arte y arquitectura Philip Kennicott dijo: “La descripción que hace Corbet de la arquitectura como profesión es dolorosamente anticuada, una caricatura basada en un puñado de figuras mesiánicas del siglo XX que no solo buscaban hacer edificios, sino rehacer el mundo”. Muchos otros atacaron a la película, declarando que es una mala interpretación del espíritu del brutalismo, y hasta incluso han acusado al film de tener unos subtonos zionistas en su historia.

Pese a todas las controversias, el director ha sido claro en su intención desde siempre, esta no es una biopic, ni un film sobre arquitectura. «La película trata de cómo la experiencia artística y la experiencia de los inmigrantes van de la mano, es decir, que, en general, si alguien se muda a una ciudad suburbana de Estados Unidos y no se parece al resto, por el color de su piel o por sus creencias o tradiciones, todo el mundo quiere que se vaya», dijo Corbet al Hollywood Reporter. Luego añade: “El brutalismo puede ser austero, pero también tiene un estilo monumental: estos objetos extraños que son amados y odiados en igual medida y que tardan en desplegarse en la imaginación del público porque la gente parece no poder descifrarlos en el momento. Para mí, esto refleja la experiencia de los inmigrantes, y el brutalismo es un estilo de arquitectura que fue creado predominantemente por inmigrantes. En cuanto a su alcance y escala, los edificios brutalistas piden a gritos ser vistos, pero las personas que los diseñaron o construyeron luchaban por su derecho a existir”.

Otros puntos claves en la trama del film tienen que ver con la idea de sacrificio en la búsqueda del «exito», de la falsedad específicamente del sueño norteamericano, y también sobre las relaciones de poder dentro de situaciones de mecenazgo. Pero sobre todas las cosas, The Brutalist es una meditación sobre el proceso artístico en sí. Se adentra en las obsesiones casi enfermas que definen a veces a los creadores, explorando cómo el arte se convierte en un medio para procesar el duelo, el trauma, y buscar la inmortalidad. Como señala Brody: “Todos los artistas se esfuerzan por construir algo de significado duradero que puedan dejar atrás. Ese es mi viaje, y también es el viaje de Tóth”.

ETIQUETAS:

No te olvides de compartir