Formidable y divertida, Maggi revela su liberación artística en la escuela de arte, un memorable encuentro con Francis Bacon en el Soho y el enamoramiento de su musa Henrietta Moraes, a quien Maggi sigue dibujando desde la memoria y los sueños.

Maggi es extrovertida, cómica y una artista intensamente reservada, pero ahora, en su mayoría de edad, prefiere el Suffolk rural de su infancia. Es aquí por primera vez que permitió que las cámaras accedieran a su estudio, hablando con franqueza con el cineasta Randall Wright durante los descansos del trabajo. Otros ofrecen sus puntos de vista: su pareja y colega artista Tory Lawrence y amigos muy queridos que pasan por allí, incluido el escritor de arte James Cahill y la reconocida artista Sarah Lucas.

Maggi encuentra una belleza que es a la vez conmovedora e inquietante, y ahora se enfrenta a sus miedos más profundos, desde su infancia hasta la futura amenaza de un desastre medioambiental. Pero a pesar de la desesperación ocasional, todavía lucha, todos los días, para inmortalizar la memoria del amor en la pintura.