Arte VS pornografía

El drama televisivo The L Word (2004- 2009) en su momento causó revuelo, porque al igual que otras producciones culturales lésbicas, fue vista como obscena por cierta facción de la cultura mainstream. Algunas feministas lo denunciaron como soft-porn, que excitaba deliberadamente a un público masculino heterosexual, y los derechistas lo consideraron directamente como perversión. Pero The L Word adopta una actitud bastante diferente hacia la pornografía de lo que cabría esperar, busca plantear una demarcación muy clara entre lo que considera pornografía y una definición bastante abierta de arte.

Durante las 6 temporadas de la serie el arte estuvo muy presente, fue un tema recurrente y debo decir, muy bien representado (para mi gusto han tenido buenos asesores artísticos a la hora de escribir el guión). Todo esto es en gran medida cortesía de Bette Porter (Jennifer Beals), una de las protagonistas principales de la serie, una ambiciosa mujer, enamorada del arte que a lo largo de las varias temporadas ocupa varios puestos de poder en ese ámbito, desde galerista, directora de museo y hasta rectora de una universidad. El gusto de Bette por el arte tendía hacia la vanguardia de principios de la década de 2000, y a lo largo de la serie vemos muchísimos guiños y colaboraciones con artistas, desde piezas increíbles formando parte de los decorados (como Kiki Smith, Richard Prince y muchos otres) hasta apariciones en algunas escenas, como el caso de Catherine Opie.

Aquí les dejo dos episodios «Suerte la próxima vez» y «Liberalmente» (episodios 10 y 11 de la primer temporada) que están claramente vinculados y comparten preocupaciones temáticas y fortalecen el argumento sobre el arte y la pornografía de la serie. En ellos, Bette trabaja como directora de un museo de arte ficticio, el CAC ( Centro de Artes de California), y pasa la última parte de la primera temporada envuelta en ataques retóricos y literales a la exhibición titulada “Provocaciones” por un grupo religioso de derecha conocido como la «Coalición de Ciudadanos Preocupados», liderado por una sanguinaria fanática religiosa llamada Fae Buckley.

La discusión explícita de la demarcación entre arte y pornografía en estos episodios es interesante a la luz de las sospechas que tenían algunos sobre si el programa The L Word en sí mismo funcionaba como un programa televisivo pornográfico.
Tras un examen minucioso de The L Word, no parece tener carácter celebrativo o incluso aceptar la actitud hacia la pornografía que tal vez se esperaría de un producto que estuviera dispuesto a presentarse y comercializarse como una forma de soft-porn televisivo. En cambio, se postula una distinción clara entre «arte» y «pornografía», entendiéndose la primera como “sexualidad libremente elegida”, mientras la última se considera existente dentro de un escenario de violencia contra las mujeres. La contraposición constante de estas distinciones permite a The L Word simultáneamente condenar a quienes pretendan censurar arte erótico, o potencialmente pornográfico y realizar una condena narrativa de la pornografía.

 

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