Mark Kostabi era un artista talentoso y un imbécil arrogante y antagónico, lo que lo convirtió en una celebridad del mundo del arte. Esta película relata el ascenso de Kostabi durante el apogeo de la escena de Nueva York en los años 80, impulsado por la voluntad de insultar a los contemporáneos, difamar el arte moderno como una farsa y disfrutar de escandalosas acrobacias de relaciones públicas que no solo borraron, sino que desintegraron la línea entre el humor y la sinceridad.

Lo divertido (y triste) de Kostabi es que su obra inicial fue prometedora. Sin embargo, el problema con su estafa transparente, fue que todo se basaba en el contexto. Solo tenía sentido en tiempos de bonanza, razón por la cual el colapso de Tokio en 1990 quebró a Kostabi, en todos los sentidos. Todo lo que le quedó fueron unos lienzos mediocres en un almacén.

Kostabi no es un satírico; es vergonzosamente honesto. A pesar del juego warholiano que juega, es muy ingenuo, claramente infantil, un pobre magalomaníaco intentando encontrar el amor a través de la fama.