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Rojo

Un líder de una revolución artística reflexiona sobre los plutócratas que lo cooptarían y los pintores más jóvenes que lo derrocarían en «Rojo», la obra de teatro de John Logan ganadora del premio Tony en 2009 sobre Mark Rothko. Interpretando al artista tenemos al renombrado actor Alfred Molina, y esta puesta en escena (filmada en 2018) reemplaza al coprotagonista original de Molina, Eddie Redmayne (quien ganó un Tony por su actuación) con Alfred Enoch de la serie de Harry Potter. El joven actor interpreta a Ken, a quien nunca se le presenta por su nombre: el recién contratado asistente del pintor, simplemente entra al estudio de Rothko en la primera escena y se convierte en su contraste conversacional.

Rothko era conocido por ser un hombre de opiniones feroces y conversación didáctica, atributos a los que el Sr. Logan se aferra con gratitud y provecho. Gran parte de «Rojo» se desarrolla como un diálogo socrático combativo entre maestro y alumno, una clase magistral de preguntas y respuestas sobre los métodos y el propósito del arte de Rothko. “No soy tu maestro”, dice Rothko, poco después de conocer a Ken. Pero los hechos demuestran otra cosa.

Ken está allí para representar y defender a las nuevas generaciones y nombres como  Jasper Johns, Robert Rauschenberg y Andy Warhol (a quienes, según Rothko, les falta profundidad y sustancia). Así que hay enfrentamientos variados, claramente edípicos entre los dos hombres, interpretados con una ferocidad dramática total.

Pero más allá de la dinámica entre maestro y alumno, entre artista joven y artista a finales de su apogeo, “Rojo” captura la relación dinámica entre un artista y sus creaciones. Una cosa es decir o hacer que un personaje diga que un artista considera sus pinturas como sus hijes. Pero otra es poder mirar a ese artista mirando sus pinturas, como lo hace el Rothko de Molina, con una ansiedad y un asombro tensos y paternales.

Estos sentimientos no son sólo algo paternal. La posesividad y la perplejidad de un amante obsesivo brillan en los ojos de este Rothko mientras pasa una mano vacilante sobre un lienzo o mira la pintura (invisible) en la cuarta pared entre el escenario y el público.

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