Pollock

Relata la madurez del famoso pintor estadounidense, nacido en 1912 y muerto en accidente de coche en 1956. Alcohólico y neurótico, Pollock partió del surrealismo y el cubismo para triunfar con su propio estilo realizado en el suelo a base de febriles goteos de pintura en los que los pinceles nunca tocaban el lienzo. Gracias al patrocinio de Peggy Guggen­heim y otros mecenas, y sobre todo al apoyo constante de su esposa, la también pintora Lee Krasner, Pollock se convirtió en uno de los mejores pintores estadounidenses del siglo XX.

Hay algo que es común en el género del «cine de artista»: todos son seres torturados. Y en ese sentido, esta película se convierte en un cliché de inmediato, ya que identifica la pintura con la perturbación personal. Con eso, lo que es enigma, opacidad, experiencia, se convierte en un sentido dado, cómodo, muerto. Muerto e impreciso, porque supone que el arte no es producto del pensamiento, sino del sufrimiento, lo que reafirma el mito del genio romántico, ese otro viejo cliché.

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