¿Dónde está Rocky II?

A fines de la década de 1970, el célebre artista estadounidense Ed Ruscha creó una gran roca falsa y la tituló en broma Rocky II ( fue su segundo intento de crear la escultura) en referencia a la franquicia de Sylvester Stallone. Luego condujo al desierto de Mojave y la puso en un lugar secreto. Un equipo de filmación de la BBC registró todo, y luego apareció en un breve documental sobre Ruscha que se emitió en 1980. Y, sin embargo, desde ese momento en adelante, el prolífico artista nunca volvió a mencionar la obra, y no existe otra prueba de su existencia en ningún lado.

Alrededor de 26 años después, el artista y cineasta francés Pierre Bismuth (quien también es el hombre detrás de la historia original de la película de Michel Gondry «Eterno resplandor de una mente sin recuerdos») se topó con una copia en VHS del documental que accidentalmente alguien había dejado en su casa. Sin que Bismuth lo supiera ese sería el catalizador de un nuevo proyecto que lo ocuparía durante los próximos diez años de su vida, lo que resultó en este brillante documental, o lo que él denomina «ficción falsa» titulada ¿Dónde está Rocky II?

Paso siguiente Bismuth contrata a un investigador privado real, para cazar esta roca falsa; y además recluta a los  escritores de Hollywood reales Anthony Peckham y D.V. DeVincentis para que pongan algo de magia en los hechos. Lo que comienza como una narración sencilla para encontrar una obra de arte se transforma en una aventura épica de tres frentes que tergiversa el lenguaje cinematográfico y desafía la dicotomía creador/sujeto.

El director llama a esta película “ficción falsa” porque si bien utiliza la técnica del documental y es, según su estimación, un 90% real, filma con un lenguaje ficcional. Miente al investigador privado Michael Scott con la información que le da, con la banda sonora cambia el tono del ambiente, siempre tiene cámaras listas para capturar lo que no debería ser capturado, y hace tomas que no tienen sentido dentro de una narrativa documental. Es una extraña sensación de artificio, no porque los documentales no utilicen el artificio, sino porque nunca lo admiten tan descaradamente. Dice Bismuth:“Mi idea era invertir el principio de la pieza de Ed Ruscha: Rocky II es una roca falsa, escondida en la realidad. Sabía que quería hacer un documental y como los documentales se basan en la realidad, me preguntaba, ¿sería posible esconder la realidad dentro de la ficción? Y, de ser así, ¿cómo lo harías?»

El público observa cómo ambas partes se precipitan hacia su objetivo final: las narrativas reales y ficticias interrelacionadas funcionan en perfecta armonía, cautivándote hasta la última toma.
Hay admitir que algunas verdades es mejor dejarlas sin descubrir.

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