Thomas Hirschhorn da forma al discurso público relacionado con el descontento político y ofrece modelos alternativos de pensar y ser. Creyendo que cada persona tiene una comprensión innata del arte, Hirschhorn se resiste a los criterios estéticos excluyentes y elitistas (por ejemplo, la calidad) en favor de principios dinámicos de energía y coexistencia.
Crea instalaciones extensas a partir de materiales cotidianos (cinta de embalaje, cartón, papel de aluminio) que atraen los sentidos. Utilizando el collage como una forma de interpretación y crítica, Hirschhorn presenta la historia intelectual y la teoría filosófica de la misma manera que lo hace con objetos e imágenes cotidianos, y plantea preguntas sobre el valor estético, la responsabilidad moral, la agencia política, el consumismo y el espectáculo mediático.