La diversidad de formas de la naturaleza ya había fascinado a Barbara Hepworth desde su infancia en Yorkshire y definió su relación con el paisaje. Esto también sería de importancia decisiva para su posterior desarrollo artístico: “…yo, la escultora, soy el paisaje”. Esta afirmación casi programática es fundamental para comprender la obra de Hepworth: la artista no sólo sentía un estrecho vínculo con la naturaleza, sino que, de hecho, se consideraba parte de ella.

