Ruben Brandt, Coleccionista

Sumergida en el arte, el psicoanálisis y el cine, cada fotograma de este inmaculado festín visual de dibujos increíblemente animados está repleto de referencias (desde Caravaggio a Picasso, desde Einstein hasta Hitchcock, y desde Elvis hasta Rambo). Esta magnífica película húngara de animación dirigida por Milorad Krstic parte de una ingeniosa premisa argumental: un terapeuta que emplea metodología artística con sus pacientes sufre pesadillas protagonizadas por personajes de los lienzos de Velázquez, Botticelli y otros maestros, razón por la cual algunos de esos pacientes se dedican a robar los cuadros en cuestión.

Funciona porque en su aceleración posmoderna, en su indecorosa mescolanza genérica –filme psicológico, thriller mafioso, película de espionaje–, remite a una arcadia de la práctica: el lugar simple, sencillo y feliz del collage. Un corta-pega que aquí, además, pone en paralelo la historia del arte con la del cine, para, en última instancia, reclamar su naturaleza de desmemoriada técnica de acercamiento.

Ruben Brandt, Coleccionista se dirige a los recovecos de la psique en un ejercicio que navega en un terreno de lo más sugerente: el del arte como espejo, como representación propia ante un mundo cada vez más preso por intereses y globalizado, moldeado a la perspectiva de unos pocos.

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