Helene

Hay películas que -a veces para su desgracia- parecen cumplir una función reparadora. En este caso nuevamente estamos ante otra biopic de una pintora infravalorada. Pero curiosamente, el director Antti J. Jokinen nos presenta a esta artista en retirada, lejanos ya sus momentos de gloria. Una cincuentona que vive junto a su madre y rodeada de unos cuadros que no consigue -tampoco pretende- vender. Atrás quedó una primera etapa realista en la que contó con la bendición de la burguesía, que lo único que le afeaba era una excesiva querencia por temáticas miserabilistas.

La película, ambientada entre 1915 y 1923, comienza con una breve escena de prólogo que muestra cómo Helene Schjerfbeck (Laura Birn) a menudo era subestimada y pasada por alto en esa época. Ella se siente muy incómoda al ser entrevistada por un reportero de un periódico, y el reportero le asegura que no le hará ninguna pregunta difícil, pero, ¿sabes?, pronto revela su prejuicio de género hacia ella y sus obras, lo que la hace hacer una mueca de dolor en silencio.

Lo que no vemos en este film es la exitosa y prematura primer parte de su carrera. Ella tenía cuatro años cuando se cayó de la escalera y se fracturó la cadera. Desde entonces, usaría bastón para siempre. Para ocupar su cabeza en algo que no fuera la angustia durante la larga recuperación de aquel accidente, comenzó a dibujar. Su técnica comienza a profesionalizarse a los 11 años, cuando ingresa en la Sociedad Artística Finlandesa. Adolf von Becker, el gran pintor finlandés de su tiempo, el primero que había estudiado en París, vio en ella la llama de una carrera y le pagó los estudios. Cumplidos los 18 años, viaja a Francia, donde obtuvo una beca para pintar, viajó por Italia e Inglaterra, hizo ilustraciones para libros y se las ingenió para no volverse, hasta que en un momento decidió que sí, que ya era hora de regresar. Fueron diez años de una producción puntillosa, exquisita, casi académica. Ya en Finlandia, en 1890, comienza a trabajar en la Escuela de Dibujo de la Sociedad Artística como profesora, pero al año siguiente renuncia y se muda al campo junto a su madre. Al cambiar de escenario, también cambia su pintura. Se empieza a interesar por el paisaje, pero más tarde se dejar llevar por un impulso que ya estaba en sus pinturas más tempranas: retratar su mundo y su propia subjetividad. Las escenas costumbristas y los paisajes simbolistas habían dejado paso a autorretratos desesperados, a rostros que ya no eran necesariamente hermosos o idealizados. Había dejado de pintar para los demás.

Cuando entramos a su historia a través de este film, la carrera artística de Schjerfbeck no parece tan optimista, pero un día se produce un cambio inesperado. Gösta Stenman (Jarkko Lahti), un conocido comerciante de obras de arte, viene acompañado de un joven crítico de arte y pintor aficionado llamado Einar Reuter (Johannes Holopainen), y todos quedan bastante impresionados por lo que Schjerfbeck ha dibujado durante los últimos años. Cuando estos señores «la re-descubren», ella parece hallarse en el mismo trance que su propio país: en guerra consigo misma y a la espera de una definitiva independencia. Independencia respecto a un hermano que ve en su resurgir una innegable oportunidad de enriquecimiento. Y, sobre todo, respecto a una progenitora amargada y castrante.

Pero la Helene que se nos muestra en esta película parece sedienta de experiencias vitales, y este será el punto central del film. El jovenzuelo Einar será su musa, pero ¿qué quiere realmente Einar o, más exactamente, qué papel quiere Helene que juegue en su vida? ¿Es un fan empedernido, un trepador o un bobo que no se entera de que la madura solitaria se muere por comérselo? A un lento, bello y romántico paso, el film nos muestra el sutil duelo sentimental entre alguien que siente una atracción meramente intelectual y alguien que la siente física.

Sin querer dejar ningún spoiler…. ¿adivinen con cuál de sus dos cerebros el niñato toma su decisión? Con el de su entrepierna, para variar. Por lo cual al final esta insólita historia de amor y compromiso es de una mujer con su arte, por supuesto. Pero para entonces, en la vida real, Helene Schjerfbeck está muy ensimismada con su arte. Casi que no le interesaba otra cosa que pintar. Y desde 1919 los paises Nórdicos comienzan a darle algo del reconocimiento que merecía, claro que demasiado tarde en su vida, otra historia que ya hemos escuchado varias veces.

Hay un aire de tristeza a lo largo de la película, con unas deliciosas atmósferas melancólicas y románticas que dan mucha belleza visual. Una pena que dentro de este tono melodramático solo se nos muestre una Helene deprimida y desesperada a causa del desamor (alto cliché si los hay) en vez de enseñarnos otras cosas de su historia que son mucho más interesantes como su carácter como artista, con un estilo que varió a lo largo de los años y que la convertiría en la pintora más importante de la historia de Finlandia y de Europa.

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