Catfight: pelea de gatas

Esta extraña película independiente, desagradable pero bastante divertida desgarra las ideas de sororidad y amistad femenina y las reemplaza con odio ardiente y violencia gratuita. En una esquina, tenemos a Veronica (Sandra Oh), una neoyorquina snob que pasa su tiempo diciéndole a su hijo que ser artista es una pérdida de tiempo («El arte no es una cosa real»), mandoneando a su criada y emborrachandose con vino tinto. En la otra esquina, tenemos a Ashley (Anne Heche), una Brooklynita que pasa su tiempo tratando de hacer que otros se interesen en su arte, decepcionando a su novia y luchando contra el sistema. Eran amigas en la universidad, y cuando se encuentran de nuevo en una fiesta, ambas sacan las uñas, produciéndose una batalla espantosa que las lleva a lugares cada vez más surrealistas.

El arte es un tema interesante en esta distopía. Es, por supuesto, una forma de expresión, pero la película presenta la idea de que el arte es solo una forma de explotar el sentimiento de las personas para luego capitalizarlo.

Si bien las peleas están salpicadas de efectos de sonido exagerados, también son increíblemente violentas y, al igual que la película en sí, superan un límite que algunos no pueden soportar. Pero la película es más que un simple ejercicio de esperar a que se presente otra pelea: es una sátira de la Norteamérica contemporánea, y el director Onur Tukel no tiene miedo de mostrar a su país como un lugar dañado y lleno de odio.

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