La hermosa joven Jeanne Hébuterne, quien ya había sido musa de numerosos artistas, conoció al pintor italiano Amedeo Modigliani en París en 1917 y se enamoró de él. Ella se convirtió en la silueta silenciosa y enigmática que el pintor creó, guiado por su imaginación. La pareja pintaba en el estudio de Modigliani en Montparnasse. Ambos se inspiraron mutuamente, tanto personal como artísticamente. Ella era el rostro famoso inmortalizado en sus lienzos. Pero también era una artista que buscaba emerger de la sombra de su maestro. Juntos vivieron una de las historias de amor más trágicas y melodramáticas de la historia del arte.