La demolición sistemática de arquitectura brutalista, más que simple renovación urbana, revela una forma de censura cultural: se eliminó por su carga simbólica, por incomodar con su honestidad brutal, su vínculo con utopías fracasadas o regímenes incómodos. No fue solo cemento el que cayó, fue memoria ideológica.
Jonathan Meades cierra esta espectacular serie esperanzado con el nacimiento de la arquitectura neobrutalista, que vuelve a empoderar a los arquitectos y a animarlos a ser caprichosos como artistas y a no dejarse subyugar por las reglas mediocres de la mesura y el sentido común.