La figura de Pedro Lemebel, uno de los impulsores del movimiento queer en Latinoamérica, se aprecia nítidamente en el documental. Un artista que siempre estuvo al limite, al borde. Arrojado, provocativo y sobre todo valiente, dijo las cosas sin ambigüedades, lo que nadie quería oír. Habló de derechos humanos en televisión cuando nadie se atrevía a hacerlo. Se reveló ante la dictadura, cuestionó la democracia, el modelo neoliberal y sacudió la conservadora y clasista sociedad chilena.
El documental no es, ni aspira ser, un biopic, una biografía clásica acerca de la vida de Pedro Lemebel. Es un documental de autor y el énfasis es claro, se centra en la obra visual de Pedro, la performance. Ocho años trabajó la directora Joanna Reposi en el trabajo audiovisual que recoge un valioso archivo: su documentación, grabaciones de las performances, entrevistas en televisión, videos, fotos y registros personales.
La apuesta cinematográficamente de la película está puesta en explorar con el archivo, remirarlo y reinterpretarlo. Jugar con el archivo, con su materialidad, tonalidad, textura y grano. La construcción narrativa surge del mismo material. Una propuesta cinematográfica construida sobre las diferentes materialidades de las cintas recobradas. El trabajo de Joanna Reposi también es un acción performática a partir de la performance de “Lemebel”. Un trabajo visual de muchas capas.
La revisión que el documental hace a las performances de Pedro Lemebel es valiosísima y la materialidad que Lemebel ocupa en su performance, es su cuerpo. Usó el cuerpo como soporte de expresión artística y social. Un cuerpo político en movimiento, el cuerpo como discurso. Un cuerpo trasgredido, travestido, pobre y homosexual. Un cuerpo confrontado a la dictadura.

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