Frida (2024)

La imagen de Frida Kahlo es una de las más replicadas y comercializadas de cualquier artista en la historia del mundo. Desde camisetas hasta artículos para el hogar, adornitos de todo tipo estampados con su rostro la han convertido en un emblema kitsch, convencional y descontextualizado de la identidad mexicana.

Con todo ese bagaje cultural y mediático sobre sus hombros, Carla Gutiérrez se atreve a construir un documental con un enfoque único sobre un tema tan imponente. «Frida» de Gutiérrez abarca sucintamente toda su vida con la notable característica de que su conmovedora perspectiva en primera persona se extrajo directamente de la misma escritura de Kahlo, incluyendo su diario ilustrado. Como punto de acceso directo a su psique, se intercalan recreaciones digitales de las pinturas de Kahlo con elementos animados.

Si bien no es del todo revelador, el documental es definitivamente visceral. Malhablada y abiertamente abierta sobre sus deseos sexuales, la Frida que nos presentan aquí es desbordante. Un montaje espontáneo presenta a varios de los numerosos amantes de Kahlo, hombres y mujeres, para ilustrar su propensión a entregarse a los placeres de la carne. Desde el principio, Gutiérrez destaca cómo, incluso de niña, Kahlo era reprendida por hacer preguntas «indebidas»; esa parte de ella permaneció inalterada a lo largo de los años. Lo mismo ocurrió con su eterna adoración por su identidad mexicana, hasta el extremo, en ocasiones en desacuerdo con las normas patriarcales de género que desdeñaba, pero que aún se aplicaban a la mayoría de las mujeres del país en aquella época.

Incluso quienes ya conocen la trayectoria de la existencia de Kahlo pueden encontrar esta presentación cruda, vulnerable y refrescante.

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