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Schalcken el pintor

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Basada en un relato corto de Sheridan Le Fanu, Schalcken el Pintor se emitió originalmente en la BBC 2 durante la Navidad de 1979 y se convirtió en un absoluto clásico de la época dorada de las historias de fantasmas. Es una celebración del arte del Siglo de Oro Holandés que explora la incómoda y oscura relación entre el arte, el comercio y el deseo erótico. Es también una de las historias de fantasmas más inquietantes jamás filmadas.

La historia se teje alrededor de una versión ficcticia de Godfried Schalcken, un pintor flamenco del siglo XVII (y que en la vida real no fue tan conocido) que abandona el amor por la ambición, pero descubre que su decisión aún tiene un precio terrible que pagar.

Es indescriptible lo extraña que es la construcción de esta recreación fílmica: en formato de  docudrama de falsa historia del arte que gradualmente evoluciona hasta convertirse en un comentario autoimplosivo sobre su propia forma, donde incluso la narrativa irónicamente distante de Le Fanu y la suntuosa recreación cinematográfica de la pintura holandesa están directamente implicadas en la perpetuación en pantalla de la crueldad masculina.

Según nos cuenta el narrador, una especialidad de Schalcken era pintar lienzos de mujeres jóvenes que, iluminadas únicamente por las velas que sostienen, sonríen coquetamente al espectador. Son, en efecto, invitaciones a la cama. Una de estas pinturas es misteriosa: a la izquierda de la joven y detrás de ella, el propio Schalcken se yergue con la espada desenvainada; abajo, a su derecha, se percibe una vaga presencia. Con la voz del actor Charles Gray, la majestuosa narración de Le Fanu (que incluye una lección de arte sobre Schalcken) atrae inicialmente la atención hacia esta obra. Al final, revela que Schalcken la pintó casi frenéticamente tras experimentar una horrible visión de su amor perdido: imagínese un súcubo, un personaje que sueña con un deseo sexual masoquista por una amante perdida hace mucho tiempo y que atormenta al soñador hasta el final de sus días.

El aspecto más impactante de la película es probablemente su rodaje, donde el director evoca deliberadamente las obras de arte reales de Schalcken y su estilo general de una toma a otra. Los negros profundos y la tenue luz naranja de las velas le dan a la película una sensación ligeramente claustrofóbica, que enfatiza los momentos de terror cuando ocurren.

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