Azul Zima

La conciencia se ha entrelazado más que nunca con el mundo digital, y los avances tecnológicos de la inteligencia artificial han hecho que las creaciones y el arte artificiales sean mucho más indistinguibles de los creados por el hombre. “Zima Blue”, el episodio 14 de la primer temporada de la serie Love, Death, and Robots de Netflix, (este corto es una adaptación de un libro llamado ‘Zima Blue and Other Stories’ escrito por Alastair Preston Reynolds) tiene un enfoque extremadamente singular para estas preguntas y arroja algo de luz sobre esta dudosa relación. La narración sigue a un periodista que se encuentra con Zima, un artista futurista solitario tan obsesionado con el tono de color Zima Blue que sus lienzos se vuelven cada vez más grandes hasta que alcanzan el tamaño de un planeta. Al final de la historia, se revela que Zima es un ser creado artificialmente que ha evolucionado continuamente desde ser un robot limpiador de piscinas que se parece vagamente a un Roomba hasta su estado supremo y omnisciente. Después de explicar sus orígenes al periodista, se sumerge en la piscina, apaga sus funciones cerebrales superiores y vuelve a su propósito original: limpiar incansablemente las baldosas de la piscina de color Zima Blue. A la luz de nuestros recientes avances en inteligencia artificial, Zima Blue ofrece una guía introspectiva y espiritual para navegar esta tecnología y, en última instancia, cuestiona qué significan estos desarrollos para nuestra propia humanidad.

Las obras de arte de Zima comienzan siendo pequeñas pero crecen hasta convertirse en emprendimientos enormes del tamaño de un planeta, ya que él ve esto como el siguiente paso lógico en su arte. Sin embargo, todas son esencialmente las mismas obras de arte: un cuadrado del tono de color Zima Blue. Zima está cada vez más insatisfecho con sus logros. Si bien las nuevas tecnologías pueden permitirnos llevar nuestros logros materiales a lugares donde nunca han estado, podríamos perder la satisfacción intrínseca y la conexión con nuestra propia humanidad. Zima dice que su decisión de desactivar sus funciones cerebrales superiores y volver a su estado original fue «extraer un simple placer de la ejecución de una tarea bien hecha». En lugar de perseguir y disfrutar los frutos de su trabajo, Zima elige un camino de lucha y servidumbre infinitas pero también de equilibrio espiritual.

En una era digital donde los conceptos de productividad, tecnología e identidad están irrevocablemente unidos, la historia de Zima ofrece una solución que une la espiritualidad y la tecnología. La narrativa desdibuja perfectamente estos dos aspectos de una mente digital moderna, lo que lleva al espectador a preguntarse qué significa ser humano frente a una conciencia rápidamente tecnificada.

A medida que seguimos la historia de Zima, nos sumergimos en preguntas existenciales que cuestionan nuestra percepción de la realidad y nuestro lugar en ella. Nos invita a reflexionar sobre cómo a menudo buscamos respuestas en lugares equivocados, cuando en realidad el sentido de nuestra existencia puede encontrarse en las experiencias más simples y en los momentos más íntimos. Al descubrir las creaciones de Zima y su propia transformación como artista, nos invita a pensar en la idea de cómo el arte puede ser una forma de transcender las limitaciones de nuestra existencia y así explorar nuevas dimensiones en la percepción humana.

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