Andrew Graham-Dixon traza la trayectoria del imperio a la modernidad: el glorioso ascenso y la calamitosa caída de la última dinastía china. Los gobernantes quedaron tan fascinados por el arte occidental que no se percataron del auge de la dominación occidental, con consecuencias desastrosas. La profunda crisis de identidad subsiguiente vio a los artistas chinos luchar contra la influencia extranjera. Fue una época de crisis que finalmente condujo a una sangrienta revolución y un renacimiento. Tras la Revolución Cultural del tirano Mao y la Plaza de Tiananmén, ¿revela su nuevo arte una faceta diferente de la China moderna que creemos conocer?