Rodin

Las magníficas esculturas de Auguste Rodin evocan sentimientos de pasión, éxtasis, profundo sufrimiento, pensamiento intenso y quizás, sobre todo, movimiento perpetuo, como si fueran obras continuas en progreso que se hubieran congelado temporalmente en el tiempo. Es triste, entonces, que esta biopic del veterano director francés Jacques Doillon a menudo se sienta tan rígida y sin vida como una vieja losa de mármol.

Conocido por obras de arte fundamentales como “El pensador” (Le Penseur) y “El beso” (Le Baiser), Auguste Rodin (1840-1917) fue una figura artística controvertida y ciertamente divisiva en su época. Sus esculturas desafiaron las convenciones y plantaron las semillas del arte contemporáneo progresista. A pesar de su sensibilidad ante las reacciones negativas de la comunidad artística, Rodin nunca conformó su estilo distintivo para adaptarse a las normas formulaicas y decorativas de la época.

La película se centra en un determinado período de la vida de Auguste Rodin, después de que comenzara a trabajar en “Las puertas del infierno”, un conjunto escultórico monumental inspirado en escenas de El infierno, la primera sección de la Divina Comedia de Dante. Rodin recibe el encargo de crear un monumento al novelista francés Honoré de Balzac. La escultura, que muestra a Balzac envuelto en un drapeado, es duramente despreciada por sus compañeros y se convierte en objeto de extensas parodias por parte de la prensa. Su enfoque artístico innovador, poco convencional y revolucionario de la escultura es constantemente criticado y socavado, lo que provocó en Rodin muchas dudas y fragilidad emocional. Mientras tanto, su romance con una escultora joven y decidida, Camille Claudel, causa mucho dolor a Rose Beuret, su compañera de toda la vida. y madre de sus hijos.

Como narcisista al que le encanta estudiar los cuerpos de las mujeres y hacerlas posar, su relación con ellas es caótica. Las mujeres son retratadas como frívolas y estúpidas, ansiosas por hacer cualquier cosa para satisfacer la figura masculina arquetípica, o como insoportablemente histéricas e histriónicas, porque no pueden comprender ni respetar el genio del artista masculino atormentado. La descripción incompleta e incompleta de los personajes femeninos de la película (ni siquiera Camille Claudel está adecuadamente desarrollada -por suerte tenemos mejores pelis sobre ella-) apesta a sexismo y conservadurismo.

Un film bellamente filmado, a tiempos lentos y con diálogos pomposos (típico del cine francés) y como suele suceder en las ficciones sobre artistas, esta es otra montaña de clichés: melodramón de artista torturado e incomprendido. Y aunque acá nos encanten este tipo de telenovelas, para ser una película destinada a defender los poderes del arte tridimensional, Rodin termina siendo terriblemente plana.

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